Mama cumple 70

Necesito escribir o ardo.

Arriba mi madre sentada, entre 6 mujeres más, tomando café para celebrar sus 70.

Menopausia, agresiones, abortos, maridos, noviazgos...¡cuanta cosa se pueda imaginar en un café entre brujas! Blancas, se dicen; cuando relatan sobre mi abuela, las vecinas, todas esas figurillas de Escazú.

No se trata de echarme flores, pero llevo días intensos de estar encerradx con ella. En esta casa, aprovechando que la tengo porque no sé, realmente, lo que es vivir con ella bajo un mismo techo, menos en esta casa que me vio nacer. Extraño, si lo piensa, porque sé lo que se siente entrar a su casa en Vegas y las mañas que tiene al levantar la maleta de un cuarto a otro de un hotel. Pero dudo, al pensarle durmiendo aquí tranquila, si muy en el fondo le molesto. Si quisiera mejor, ella también, no tenerme tan cerca. Es un sentido de algo que llaman "inadequacy" en inglés, lo que siento, cuando sé que bien no tengo con ella una relación similar a la que creo comparten muches con sus madres. Y ¡bueno! Al fin eso me alegra, porque he construido con ella la que hemos querido.

A veces mi mama se pasa. Cuando cuenta de sus orgasmos y cosas. A la vez es eso lo que agradezco, conforme me cuento intimidar al compartir mi sorpresa. Porque una parte de mí claramente es hija (en femenino, como mi cuerpa) y otra soy yo, quien he decidido ser a partir de mi historia. Una parte siente que le regala la ensalada con palmito, mis verdes orgánicos y todo lo que he ido recogiendo de a poquitos entre una feria, tienda y alguna que otra parte. Y la otra luego choca al saber que ella lo que dice es que su hija la sirve el café. Una parte de mis colochos se sienten feminizados, mientras mis tetas me recuerdan que al final a ella le sirve pensar que su hija es la que atiende conforme sirvo las tazas.

Comprendo el enredo que menciono, y lo hago así porque así siento mis espirales. Así pasan en el día mis momentos, ahorita lavando kale con amor y luego picando con un hacha el conocimiento de saberme feminizada por el sólo ser. Es decir, celebro que estoy aquí para atender a mi madre y sus amigas, y parte de mí resiente que siento haberle regalado hoy el privilegio de tener una mujer sirvienta a manera de aliada. Cuidado si el sirvienta le sonó exagerado, porque al final de cuentas es estar al servicio lo que reconozco como alianza. Sororaria la calificarían muchas con justa razón, excepto que para mí sólo se trata de estar aquí para quien no conozco profundamente. Y a quien a la vez le sé el corazón como le late y las alegrías que le brotan.

Es extraño esto. Un sentimiento multi-manifestador de diferentes sensaciones, siento en el transitar del diario vivir con mi madre que crezco, tanto en el trabajo de las cadenas familiares que cargo como en las maneras en las que me comprendo.

El otro día la veía únicamente para reconocerme ya no como persona con identidad propia, sino una copia de algo que pareciera haber viajado por la sangre (o el útero).

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