3r aniversario de nuestra primera boda


Cuando salí de mi primera meditación de silencio de 10 días, tenía un mensaje de Jimena que decía así:

Esto de andar cada una en su mundo
Es todo un mundo
Esto de andar cada una caminando
Es todo un paseo

Me hacés falta
Pero me acuerdo que estás en tu proceso
Me acuerdo de tu esquina
De tu altar con elefantes

Me acuerdo que el camino en conjunto
Se vive también separadamente
Me acuerdo que sos fortísima
Que tenés tu revolución adentro
Que tus ojos están siempre buscando más

Me acuerdo de tus ojos curiosos
De tus labios sinceros
De tus manos abiertas
Listas para trabajar

A mí no se me olvida tu cara
Tengo esa suerte
De que la veo completa
Cuando te imagino acá a la parcita mía

Te amo
Y eso implica amar tu travesía
Esa que ahora anda mar adentro
Revolcándose con las olas

Te amo
Y eso implica amarte nadando en lo profundo
Mientras yo descubro la orilla

Te amo
Y eso implica verte sentada en la butaca
Mientras vos bailás dejando tu alma en el escenario

Te amo
Desde este lado del amor
Mientras que llegás de vuelta.

Creo que ese poema lo pude llorar entre melancolía y felicidad.

¿No debería esta revelación ser suficiente para explicar lo mucho que amo a una mujer que, entre todos sus atributos, es además capaz de expresarse de tales maneras? Aparte de la forma en lo que lo hace, es el fondo y contenido de su amor lo que constantemente me hace reconocer la dicha que tengo de ser sujetx de su cariño. Fueron poemas como éstos los que nos unieron, al final de cuentas, y al principio de nuestra historia...

Para entonces, yo estaba unas cuantas horas al noroeste de Delhi, en India, mientras ella estaba en Boston. 

Hoy, las dos en un mismo lugar físico, estoy pronta a partir para lo que me describen como las faldas del Chirripó, en Costa Rica, a otra meditación de silencio de 10 días; esta vez desde el servicio. Lo peculiar de los tiempos es que el día que entro a meditación será justo el día de nuestro tercer aniversario de casadas desde nuestra primera boda en Tiquicia. 

No es cualquier persona la que puede comprender, desde el ateísmo y su amor por la ciencia, la felicidad que alguien más puede sentir de entrar a un ritual tan extenso como Vipassana en una fecha tan significativa. Para mí, mi más profunda gratitud (con ella, pero, sobretodo, con el Universo) nace desde el saberme en la completa capacidad de mantenerme fiel a mi camino personal a pesar de - o, inclusive gracias a - mi relación personal con quien se permite llamar mi esposa. Me cuesta explicarle cómo mi corazón desborda al saberse en la tranquilidad de entrar a meditar con una persona como compañera que comprende lo mucho que significa para mí el darme mi chance para retirarme del mundo. De centrarme en mi cuerpo y mente para resetear las presiones de un mundo que insiste en avanzar de maneras tan agresivas y violentas hacia las diversas humanidades que la habitan. 

Hoy andaba en un desayuno entre gente de múltiples nacionalidades en una casa que cuesta más de lo que jamás veré yo de ingresos en mi vida entera. Me sentaba en una sala de madera que me hablaba en sus figuras y colores mientras encontraba lo que se forja como un espacio seguro para hablar de los racismos cotidianos y nuestras maneras, personales y por ende políticas, de hacerle frente al estado actual de estas naciones del norte que tanto persisten en romperle el alma a tantas familias centroamericanas. Me veía nuevamente agradecer la inexistencia de las casualidades mientras encontraba, finalmente en esta semana, un espacio para tratar siquiera de verbalizar lo mucho que me ha afectado la historia de varias familias que fueron separadas en la frontera con las cuales he tenido el privilegio de interactuar en los últimos días. 

En eso se ha convertido un poco el camino. Reprimo el impulso de llamarle calvario. Y la veo a ella, sentada a mi lado, siendo francamente sí misma. Así la he logrado ver, al otro lado de la mesa mientras celebramos poder probar una nueva manera de comer seitán, polenta o tofu. La he visto llorar, reirse, pedalear y dormir horas interminables de la vida. Siempre, linda como sólo ella puede serlo, felizmente celebro que me extienda aún sus manitas morenas para darme la mano mientras manejo o cuando leo mientras me duermo. 

No sé qué he hecho para merecerme esto. Quizás empezó con el camino que me ha llevado, poco a poco y lentamente, a aprender a amarme a mí misma; uno en el que aún fallo enormemente, por cierto. Quizás tuvo que ver con la cantidad de gente a la cual le hice daño aún cuando tenía mis mejores intenciones al frente. Tal vez fue la terapia, el corazón absolutamente roto o las relaciones tóxicas que la preceden. Es un compendio de cosas. 

Hace más de 3 - dándome bola con planeamientos
Conforme llegamos al año tres y me voy a meditar, doy gracias poder estar con alguien a quien aún nace decir que amo más de una vez al día. Agradezco poder pasar días interminables a su lado y saber que aún nos podemos reir como lo hacíamos a la semana de conocernos. Verdaderamente ha sido una bendición, de alguna forma, todo esto. Si algo voy aprendiendo, es que el compromiso del querer y el intento lleva más lejos que la intención de cuidarse su propia espalda. Que lejos de defenderme a manera de relacionarme, el entenderme desde el compromiso por el intento del bien mutuo lleva más lejos. Esa manera de amar me la ha enseñado ella, cuando me dice que no soltemos, que resolvamos, cuando a mi necesidad por comunicar o callar, su rostro me sigue buscando para dialogar cualquier cosa que nos esté presentando alguna adversidad. Tropiezo cuando veo mis errores y busco con el corazón sacarle esa sonrisa de nuevo que prende los ojos con los que me mira de diversas formas en el día, con o sin anteojos. Se vuelve diferente la búsqueda cuando se anda tras el bienestar y no el conflicto, pero, sobre todo, siento que se vuelve más fácil la escucha cuando se hace un esfuerzo conciente por comprender y no por refutar o responder. Eso y la gente; esa gente alrededor nuestro que escucha y aconseja; que regaña y felicita, por procurar que nosotras sigamos amenamente siempre los caminos individuales y así también el conjunto. Sin esa gente de apoyo no tendríamos mucho. Pero tampoco seríamos nada si no tuviéramos fijos cada una nuestros centros, y en ése el conjunto. De cada una al nosotras, de ahí al afuera y del afuera hacia adentro, en constante diálogo, naturalidad y crecimiento. En eterna evolución de lo que es un continuo presente.

Veo los votos de nuestro video de bodas y me doy cuenta de haber celebrado la libertad de ser quien soy, con ella, en todo momento. Aunque no es fácil, porque somos seres cambiantes (al menos hay quienes nos esforzamos por permitirnos eso), es delicioso saber que se camina al lado de alguien que toma responsabilidad por sus propios procesos. Especialmente cuando eso se relaciona con las necesidades de la otra en evolucionar como se pueda. Como cuando me dice "dejáme", literalmente, ante mi preocupación de que me vaya a extrañar una segunda vez mientras yo estoy ida meditando. 

No ha sido fácil, supongo. Pero tampoco puedo decir que ha sido difícil. Algunas cosas sencillamente pasan. Hacen clic, quizás. Se toman riesgos y quedan consecuencias. Como la ventaja de saberse un equipo. Un grupo conjunto. Dos cabezas puestas al servicio de una comunidad, una familia, un sueño y una esperanza. 

No quiero decir nada más con esto que este compromiso ha llevado brete, decepciones y alegrías, pero lo bueno y la constante ha sido el intento, el querer y el compromiso con la felicidad propia - y, por ende, la nuestra. El comprender que el beneficio mutuo comienza con el bienestar propio y que, en eso, podemos ser alianza y no competencia. Lejos, muy, muy lejos aún, ser jamás posesiones la una de la otra, sino compañeras de viaje que se ayudan a alcanzarse los sueños (a veces tal vez los propios, a veces con mira a los conjuntos) o a darse espacio para que la otra vuele como mejor pueda ¿Qué más puedo agradecer que eso?

Es triste, ¿no le parece? Que seamos las enfermas y raras ante cierta gente, porque somos como esos palillos chinos en la foto de internet a la cual un par de cubiertos les preguntan cuál es el tenedor y cuál la cuchara o algo. No recuerdo bien cómo va, pero es algo parecido. Como saber que hay hombres que matan mujeres mientras ellas cargan a sus hijxs en brazos y las raras siempre seremos nosotras por amarnos de esta manera. 



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