Un vistazo al ayahuasca - 4 segundos

Llevo días de perderme. Estuve consciente de la entrada a ayahuasca.
La toma de la medicina es un punto de referencia, para mí. Sólo eso.

Plantas de poder, les llaman, es lo que estoy aprendiendo. Me tengo una señora maestra. O muchas, en realidad, que andan por todo lado. Las busco en demasía, me parece. Entonces ella me avisa. Me tranquiliza y me dice "tranquila", cual si fuera una bebé del Universo y estuviese viviendo en el planeta Tierra, nada más. Inquilina de la madre, porque ha sido ella la que me prestó su útero para traerme a este mundo. Mi madre, ¡una de tantas ellas! Me llama la atención que sólo a la abuela le he llegado. Ni al tata ni a los hijitos...es el cuido de una reina madre. Suena bastante al discurso del amor romántico a la figura de la madre (santa, si se pudiera, además, de paso). La diferencia está en la naturaleza. Lo sé a todo pulmón, como el que habla cuando normalmente callaría al ver que en la Tierra existe mucho aire, todavía. No es el mismo en las montañas al noroeste de Denver que en las cúspides de las Annapurnas. Yo le pongo "s" al macizo, porque parecen una serie, más que una punta. Mi meta es recorrer el mundo, creando espacios seguros con y para gente a la que le han dicho "marimacha", "maricón", "loca" o "playo" sin que lo quiera quien lo recibe; así, como denigrándole. Porque me lo hicieron a los 18 o 17 y quiero acompañar a aquellxs que podrían estar en peligro de muerte porque les gusta una persona del mismo sexo (o alguien "diferente", le llaman, a veces). No sé si sea pura hablada, pero la vida es darle y darle, darle por donde se pueda.

A veces lucho cuando me levanto de la cama para llevar mi trasero a yoga. Una vez o un día más. Una clase más. Una postura más profunda. Un músculo más tenso o un día de soltar. Las intenciones cambian tanto como muta la historia de la vida que llamamos tiempo. Esa medida. Al regular la vida como si fueran horas, perdemos de vista la estancia en el momento. Quisieran algunes que leyéramos ese concepto como si fuese filosofía barata. Es mejor eso que aceptar que hasta la medición del tiempo es impuesta a manera de mantener nuestra mente en preocupaciones externas que nos alejan cada vez más de encontrarnos adentro, donde realmente importa.

Antes me llamaría exagerada.

Temía estar perdiendo la cabeza.

Ayahuasca me muestra que lo mejor es hacer eso. Aprendí sobre el término de "cortar(se/me) la cabeza" como una de las mayores lecciones que me han dejado en la vida; el camino ése de estarse buscando mejorar de la manera en la que se pueda, simplemente porque existe como posibilidad en el camino. Una orden de decisiones; de decir "voy con ésta" cuando se tienen varias opciones al frente sobre quién SER en la vida.

No me metí a la computadora, finalmente, para escribir sobre nada de esto. Me metí para decirles que no he podido escribir la mitad de las cosas que llevo adentro últimamente. "Ando perdidísima en vivir como para devolverme a contar sobre eso." Lo escribo porque lo siento y luego recuerdo que ése es un discurso que me condicionaron a creer desde los algoritmos de Facebook cuando me instan/instaban/han instado a competir por la foto más feliz en redes sociales; - INconscientemente - operando en el subconsciente...

¿Era así?

Las clases de maestría que me llevaron a enfrentarme cual ring de boxeo a los pulsos entre Freud y Lacan, cada uno en una esquina, analizando la infinidad de posibilidades de las operaciones del cerebro, y el ser humane, son temas que voy dejando de lado, decididamente, para leer mejor a los indígenas o aprender sobre ellxs de alguna forma que no pasa por la didáctica, siquiera, o los libros de texto. No puede, inevitablemente, pasar por ahí, porque la educación como proyecto también ha sido condicionada para mostrarnos las maneras en las que debemos pensar la vida. ¿Locura, nuevamente? Es un nunca parar de las múltiples maneras en las que hemos sido condicionades, por nuestra propia existencia, a interactuar en la multiplicidad de realidades en las que convivimos diariamente; desde donde queramos y podamos - quizás - comprenderlo.

Sigo sin poder decir a lo que vengo. 

Hay muchísimo que cortar en el proceso de la manera en la cual,  la vida, por el sólo hecho de llevarme a prestarle atención a ella más que a las expectativas que hemos compuesto como y para nuestros ideales operativos, me ha permitido hoy componer una vista alterna. Sub-alterna, claramente, desde la cual posicionarme ante este compendio de redes que transitamos diariamente.

El lenguaje me compone, de cierta forma, en la manera en la que nos es posible vernos mutuamente. Se crea una ficción sobre el ser con base en el contenido que otres (llamémosle en este caso "la Academia" - con varios sentidos figurados en el uso de esas dos palabras) han asignado. Vaciar un contenido equis en las cajitas de significación que condicionan cómo nos vemos. O algo así. Dejarlo para después para que se vaya haciendo lugar en el olvido. Lo debo decir con la conciencia de las ansias que generan esa necesidad de engañarme (¡cuántas veces he oído la palabra "placebo" circular a mi alrededor últimamente, por cierto) con el iluso control que no ejerzo sobre las maneras de operar de mi mente.

Eso fue un pleito anoche. ¿O no? Pasé toda la noche preguntándome si operaba mi cabeza o si ya estaba en función un cuerpo al servicio de lo que vine a ser en este mundo. "Ser", tuve que poner, porque aprendí, también, que no vine a "hacer" nada, ¡como si el valor de mi existencia fuese dependiente de una valorización de mi facultad para ejecutar o alcanzar activamente algo!

Respiro.

Es más como que exhalo, a veces, cuando me recuerdo que quizás pueda exhalar más fuerte en yoga para no olvidarme jamás de respirar profundo. Cada vez más hondo, más adentro, como la cueva en la que siento que me meto cuando oigo que me aconsejan que decida entre quedarme afuera de lo posible o adentrarme en el misterio de lo que no sabemos aún qué es.

Me presenté a una cita el otro día, antes de venir a Costa Rica, para que me dieran consejo sobre registrar una ONG en EEUU. Básicamente lo quiero hacer todo legal, porque no quiero que me condicionen la posibilidad de ver a mi madre cuando quiera, si hago todo por las reglas. Una "buena ciudadanía", como dicen algunos pósters, se ejerce cuando sigo las reglas. Es decir, las leyes. O sea, a la policía, aún cuando le pegue a estudiantes unos kilometritos más al norte de donde mi compa va a dejar unas copas en unos días en su regreso a casa. Digo compa para guardar su privacidad, cuando bien deberíamos sospechar que esa persona se mueve en un círculo que se ha ganado más amor del que mi anonimato le puede reconocer jamás.

Sigo esperando a que se muera mi tata, pensaba. Cuando eso pase, quizás entonces pueda soltar más de lo que llevo por dentro. Callado. Silencioso. Esperando el mejor momento para dejar pasar lo que ya fue. Eso es hoy. Soltando...desamarrando...La vida es una serie de incongruencias. Por favor no dejen que el discurso de que una contradicción es un sinsentido se los lleve en la creencia de que la incongruencia conlleva, necesariamente, algo de falso en su fondo. Eso - ¿o esto? -..¿es todo una falacia?..

Jamás.

P.S. (decían las cartas en tiempos de la primera guerra mundial, casi todo el tiempo, pareciera): Esta foto me la tomaron hace un año y aún no he podido cumplir con mi pendiente de hablar sobre ese día. Lo digo a manera de recordatorio. O quizás a manera de ejemplo.

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