Amor Propio - Necesario y en proceso

Hace rato que no escribo. La razón primordial siendo que vivo. La otra siendo los tiempos que tiene la escritura a pesar de mí. Siempre hay algo, algunes le llaman maduración, que relenta los procesos de escritura de alguna forma, he aprendido. Sigo confiando en eso. Sigo abrazando el volver a sentarse a darle. 

Pasaba el Braulio Carrillo anoche buscando soltar las últimas intenciones de bienestar para gente que amo. Me preguntaba, muy adentro, si pierdo la cordura ya, conforme considero que la entrega incondicional de los afectos quizás me lleva a mundos que no dialogan muy bien con éstos de los cincos y los pesos. Cargo maletas más allá de las que chequeo, porque el peso en el corazón quizás es de los más grandes; de aquello no dicho, el error cometido a pesar de los intentos por ser cada vez mejor, cada vez más comprensiva, amena...



Puerta 16, vuelo sale en 50 minutos, los mismos que marca el reloj pasadas las 6 de la mañana. 

Noche fuerte la de ayer. Dejar Costa Rica me parte por dentro. 

"Es un amorodio. amorODIO" me oía recalcando en mi ventilación con el muchacho del Uber. El mismo al cual tenía dificultad en escuchar correctamente mientras me pregunta si uno o dos aviones entrarían a Boston hoy, contando el mío. A quien explicaba en términos de Tracopa, Alfaro y Consorcios del Este una pésima analogía entre aerolíneas y sus rutas, mientras él pensaba que de aquí saldrían aviones como, se imaginaba él, decir Puntarenas, Limón y Guanacaste. Algo así, le decía yo, aunque comencé por tratar de calcular la cantidad de aviones que salen del Santamaría por hora en lapsos pico. ¿En cuánto estamos? Mi falta de información de eso se parece a la manera imaginativa en la que rellena él los campos de aquello que le parece, naturalmente, como un enorme aeropuerto. 

Llegué a Costa Rica a resolver una noche de muestra de un proceso artístico a distancia en relación con las emociones más íntimas. Y recibí desde segundo uno más de lo que jamás podría imaginar cuando soñé con esto. 

Una madrugada desperté y pasé a un viejo libro de dirección lo que sería el afiche para una noche de spoken word que iba a proponer, con puntos y comas, a dos personas puntuales - y sobre un tema que me traía en diálogos internos (y con mi pareja de vida) sobre la manera en la que vivimos nuestras relaciones. 

Hoy espero el avión que me llevará de vuelta a la misma cama en la cual surgieron esas premoniciones, como si el pasado vivido no fuese ya maravilla suficiente como para, encima, apreciar todas las combinaciones y experiencias que he vivido alrededor de algo tan milagroso. 

Por otro lado, vengo llegando del Caribe Sur. Entre Punta Uva y Puerto Viejo transité el vacío de emociones que acumulé por estar en este perenne rebuscar interno. Cual gato que escarba una caja de arena, así me encuentro;  buscando, esquina por doquier, maneras para comprenderme, formas de relacionarme y acciones para soltar y dejar lo que me rinde intranquile. 

Encontré mis sobrines, como siempre, la mayoría de ellxs, sonriéndole a la vida y, agradecidamente, también, a mí, quien les mira como fuente perenne de vida, todavía. 

Me acosté leyendo un artículo (varios, en realidad) sobre seres empáticxs, seres altamente sensibles y gente introvertida. Comprenderme desde el reflejo que me causa la materia me resulta muy relajante en la relación con las ansiedades que causan las preocupaciones que yo misme tengo sobre mi propio comportamiento. Está comprobado que hay quienes sienten a otres de manera tal que carcome sus propios biocampos energéticos y eso me resulta sumamente reconfortante. 

Es difícil reconocerse desde diversos lugares. Hay posturas cómodas, como la heterosexualidad, el ingreso estable y las comodidades de abrigo, comida y casa. Hay otras, voy aprendiendo a relativizar, que me conforman más allá de mis propios reconocimientos, siquiera. Y el de los otros, también. Comprendo que somos muches quienes se pasan deconstruyendo de manera continua. Vislumbro, sin embargo, también, que nos relacionamos a diario con gente que quizás no tenga las mismas aspiraciones o intenciones para su existencia. Por ahí empiezo a masticar un poco más la cosa y me encuentro volviendo al momento presente. 

Con desilusiones, tristezas, profundas alegrías y tranquilidades, me formo conforme me veo moviéndome. “Agarrar otra vez la maleta” me repetía al regreso de las playas, pero también antes de irme a ellas. Como si el huir, escapar y andar en perenne búsqueda de mí lejos de les otres fuese algo, inclusive, a reclamarme. 

Nos tratamos muy duro, me parece. Al menos es eso lo que me pasan tratando de enseñar mis compas de diversas, y muy explícitas, formas. 

¿Por qué amar tan ampliamente hacia afuera y que cueste tantísimo para adentro? 

¿Para qué?

Por ahorita sigo pegade en eso y con ganas de lograr amarme un poco más un toque. 


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