Por qué yo digo "te amo" y ya no tanto "te quiero"

Llevo rato de estar queriendo escribir sobre esto.

Cuando yo me estaba formando en la vida, de niña, recuerdo que mis padres me decían que "te amo" era algo polo. Algo que no se le decía a todo mundo. Creo, inclusive, que mi tata alguna vez me dijo que ni siquiera a él era posible decirle eso.

Ya yo no soy esa.

Hoy, al contrario, creo firmemente en las palabras de un "te amo". Reservar el amor para la pareja, exclusivamente, es una de las mayores privaciones del amor romántico que yo conozco.

Llegué a Dramáticas, una escuela sumamente peculiar en la Universidad de Costa Rica, alrededor del 2013 y ahí aprendí a soltarme en muchas formas. Especialmente en las maneras en las que me comunico y lo mucho que me abro al mundo para dar. En su defecto, también para recibir, pero eso es algo más que todavía me cuesta. No aprendí en ese lugar en particular quizás porque la formación me llevara a eso. Tengo queja tras queja que podría verbalizar al respecto, pero ahí conocí amigues y facilitadores de muchos procesos a quienes aprendí a amar libremente sin que hubiesen rollos de por medio con eso. Y así me fui abriendo al mundo.

Ahora pienso que querer es una forma mínima de sentir y expresar amor. Que la colonización de un sentimiento tan poderoso como el amor es consecuente con las múltiples maneras en las que nuestras mayores y más espléndidas formas de existir se vieron forzosamente minimizadas ante los intereses de estructuras de convivencia que no sirven a más que un uno por ciento de la población del mundo, poniéndole mucho.

Cuando se ama, lo inconcebible se vuelve fácilmente visible. La unión que viene tras el sincero empuje del cariño que se puede tener por alguien mueve muchísimas cosas (fuera o dentro de algún eje). Es algo sumamente poderoso. Y reservarlo para una persona en el mundo es el uso mínimo de su fuerza, lo cual me hace querer explotar cada vez en mayor expansión de ese sentimiento.

Así, les digo que les amo a mis sobrines, porque quiero que sepan, siempre, cuando tengan los días más negros y duros en sus vidas adultas, que siempre ha habido alguien que les ha dicho, continuamente, que les ama. Que tengan referencias de amor que no son las mamás que les educan o los padres que les forjan. No es la persona que les romperá el corazón. No; es alguien, una persona cualquiera, la que repetidamente ha estado aquí con el único discurso plenamente abierto de que les ama. Y bueno, también en enorme parte porque cada una de sus almas son fuentes de luz tan clara que es imposible no amar a seres tan nítidxs.

Pero ¿qué tipo de colchón crea usted con eso? Con el constante repetir a alguien que usted siente amor por esa persona. ¿Le hace daño a alguien de forma alguna? La potenciación de un sin fin de virtudes nace con el compartir de una fuerza que es más grande que cualquier otra.

Y es que amar esencialmente es eso; es ese sentimiento que nace en el corazón como de un movimiento o calorcito al que podemos nombrar muy fácilmente. Y darle reconocimiento. Así de fácil. 

Y no, a veces amar no va a resolver nada. A veces toca amar y ver de lejos cómo las cosas (una misma, inclusive o especialmente) se destruye por dentro y/o por fuera. Cómo la gente cae, sin esperanza alguna, a pesar de que una les ame con todas las fuerzas. Y cómo duele, a veces, que todo eso pase; amar, ser amado...y que las cosas sigan su curso, independientemente de lo que se siente.

A veces es meramente algo que damos (o nos dan) por sentado. Y verbalizarlo, quizás, es el mejor antídoto contra eso.

Sé que miles de veces le he dicho a gente que no espera oírlo lo mucho que les amo. Tal vez es precipitado, tal vez han sido distantes...quizás no es el contexto o la relación correcta. En todo caso, comprendo el sentimiento extraño que causa el escucharlo. Especialmente de alguien a quien no sienten recíprocamente tan cerca. Y no me importa. Sencillamente yo decido honrar el sentimiento y el hecho. Por mí, quizás. Porque una vez que amo, he dicho antes, es imposible devolverme a otra cosa. Primordialmente, porque reconocer que yo amo me es acto reivindicador y liberador a nivel personal más que suficiente.

Y resulta que para amar, que es lo más bello de todo, se necesita muy poco. Muy, muy poco. Como la persona que estuvo ahí con su cuerpo cuando yo necesitaba algo, como la compa que me escribe constantemente a ver cómo estoy (porque sí y sólo por eso), como la persona que brilla desde lejos cuando sonríe cada vez que está cerca, como la madre que pasa día a día batallando por darle todo a su hijo, aunque ese niño no tenga menos de 15 familias de distancia en la consanguinidad conmigo. Abrirse a amar permite ver amor muy fácilmente.

Poco a poco voy aprendiendo, además, que amar lleva a la toma de acciones pequeñas y grandes con facilidad y gran naturaleza, como comprar un par de tarros de helados para alguien a quien le gustan, mandar reiki desde lejos a alguien que podría usarlo, hacer un favor o salirse de su camino por alguien. A veces es sólo un gesto o un momento como la manifestación de un sentimiento que se conserva en el tiempo.

Así es como puedo decidir amar de lejos, por ejemplo, al compañero de la U al cual me sentí tan cerca como para permitirme exponerme ante él para aprender públicamente de tango, y saber que ahora no puedo ni verle la cara. Porque es abusivo, porque no se trabaja, porque tiene muchísimos virus de masculinidad adentro que me hacen amarle a la distancia, mandándole mis mejores intenciones para su recuperación, restauración, terapia....no sé ni qué palabras ponerle, a veces.

Y así, también amo de cerca. A mi madre cuando la llamo, a mi esposa todo el día, a mi familia cuando están lejos y no me soportan. Amo, porque es lo más poderoso que puedo hacer contra unos gobiernos que nos tiene a muches sin poder dormir de vez en cuando. Porque es lo más fuerte que puedo hacer por una persona que se siente sola. Es sumamente poderoso.

Y, cuando caigo, me amo a mí, por enormemente difícil que es. Trato, desde antier o ayer, de amarme a mí para recargar esa fuerza que sólo se me expande por todas las venas cuando estoy en mucho mejor balance.

Yo no quiero querer a nadie. Aunque me pasa, lo confieso. A veces tengo intuiciones, miedos, sesgos o preferencias que me hacen no apreciar a la gente de manera tal que pueda sentir más - o menos - que eso.

Pero yo ya no quiero querer como manera normal de vivir en el mundo.

Prefiero amarles, porque eso es muchísimo más fuerte y poderoso que cualquier cosa y, sobre todo, porque en el amar nadie pierde. Al contrario, es muchísimo lo que se gana de ambas partes, ante terceros y cuartos, y sobre todo en el proceso. A largo, corto y mediano plazo.

Comments

  1. Me encantó esto. Amar es un acto político, es la sinceridad máxima. Te abrazo a la distancia Angélica!

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    1. acto político! palabras precisas. Gracias, Yael! Abrazoooote de vuelta!!

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