La llave que habla de movimiento

Hoy fui a dejar a un hombre a los tribunales. Trabaja aquí hace unos 15 años, aproximadamente. Un día se cayó de un andamio de unos 3 metros y el patrono no lo dejó llamar a la ambulancia. Encima de eso, le ha reportado salarios menores de los que realmente goza, afectando así muchos de sus beneficios. Le está tratando de negar la queja a la compañía de seguros y...bueno, la solidaridad con el hecho de que él no podrá jamás volver a trabajar (ni caminar de igual forma) por un cuerpo que ya no tiene disposición a muchas cosas a raíz de ese accidente es un asunto que claramente ni se contempla en casos de criminalidad como ésta.

La cosa es que íbamos hacia los tribunales cuando seguro se me cayó de la bolsa la llave del carro por el cual yo era responsable. Poco pude darme cuenta de eso en medio de las carreras de tratar de que él perdiera la angustia para que no diese declaraciones muy alteradas, entre llegar a tiempo a la cita a unos 45 minutos lejos de casa, entre saber si le iba a interpretar a la abogada o si iba a llegar una intérprete por parte de alguna agencia, etc. No me di cuenta. No me suele pasar eso, pero...hoy sencillamente se me escapó sin querer la cosa.

Pasamos dos horas exactas lejos del carro mientras sucedía la comparecencia ante juez. Mi primera impresión fue que había dejado la llave puesta en el parquímetro mientras me apresuraba a sacar la tarjeta para pagar el parqueo. Salimos, entonces, apresuradxs a ver si había sido ésa la suerte.

Al ver que no se habían robado el carro, me alegré un tanto. Lo peor no había pasado. (¡Como si eso sucediera aquí tan frecuentemente como en casa!) Al ver que la llave no estaba en el parquímetro, la siguiente peor cosa comenzaba a vislumbrarse. Y así fue como puse una hora más de estacionamiento en la máquina y me devolví a rastrear mis pasos; aproximadamente unas 6 cuadras, cuando mucho.

Por varias razones, la vida me ha llevado a inspeccionar aceras detenidamente en varios casos. Siempre me pregunto si estaré haciendo el escaneo correcto. "Bueno, vamos a ver...¿se habían movido tanto las hojas? ¿Cuántos factores tengo que tomar en cuenta para ver si se habrá desplazado mucho la llave tras caer al suelo?"

Entré y salí de todos los lugares por los que había andado. "¿Han visto una llave por aquí? ¿De casualidad le dejaron una llave de carro aquí en algún momento? ¿Usted vió si yo dejé una llave de carro aquí, de casualidad?" Desde una taquería a la oficina del alguacil, irónicamente. Policía de Worcester - 7 mil opciones en la contestadora. ¿Adónde llegaría alguien a dejar una llave de un carro que se haya encontrado en la calle?

Subí un par de veces por el ascensor que usamos para llegar al tercer piso. Rastrié cada una de nuestras huellas. Le pedí al oficial que entrara a la sala del juez a revisar por mí nuevamente. Dejé mi número con el guarda. Subí al octavo piso en busca de Gerencia, donde me recibió un oficial de acento nigeriano con el nombre de la oficina para la cual trabajaba, la cual realmente no comprendí hasta que vi el rótulo tras de él sobre el lugar en el que estaba. Bajé al 4to piso, siempre en el mismo ascensor y buscando lo mismo. Subí al 7mo para bajar al tercero de nuevo. Nada que aparece la cosa. A todo esto, tenía a un hombre con una lesión en sus tobillos esperando en la acera a ver qué lograba hacer yo con el embrollo.

Se acabó el intento racional por buscar algo que se negaba a aparecer como conejo blanco en el sombrero mágico de ninguna de mis bolsas. "No vuelvo a traer este saco" pensaba. "Sólo a mí se me ocurre poner una llave sola en un bolsillo nuevo." El daño a sí misme por medio del pensamiento es lo primero que brota. Y la resignación luego de eso.

Caminando de regreso, dije: "Si alguien la encuentra, ¿qué es lo que hace? Entregarla en el lugar más cerca." Botarla. Obviarla. Regalarla. Re-posicionarla. ¿Cuántas opciones exiiiisteen? Colección de objetos inusuales que me he encontrado en la calle: nombre de instalación artística. "Ojalá a nadie se le hubiese ocurrido hoy, por favor," pensaba. Y en eso entro a una tienda, una de tantas, con un rótulo de Keno a la salida con unos números bien gastaditos. El usual vaho que se abre tras la puerta al entrar me muestra las cajas de chicles (que aquí almacenan chocolates u otras cosas). Sé bien que el campo para hablar, pagar, fijarse es estrecho. Voy directo al punto. El verbo ya me lo enseñaron antes. "Turn something in", como de entregar algo para su uso, como de entrega/desprendimiento/confesión o confiscación, acaso. "Has anybody turned a car key in to you by any chance?" le pregunto. "No," me contesta una señora. Recuerdo únicamente el brillo de su rosado intenso en un saco que no sé bien si era jacket o algo más serio. Queda claro que el inglés no es su lengua materna. La mía tampoco, me pienso. Habría sido perfecto lugar para encontrar algo. Doy media vuelta y salgo. Noto la raspadita en el piso. Es más gruesa y amplia de lo que jamás es una raspadita tica. ¿Qué hace en media puerta? La decepción de quien jugó no dió ni para el basurero ni hasta salir de la tienda. "Wait! Wait!" me llama. "iés iés!"

Ya no me importa lo que dice; mi mirada busca claramente tras el mostrador hasta encontrar la llave que ando buscando.

Son como hormigas muy pequeñitas las que bajan cual orgasmo por el cuerpo. Una pierna y la otra, es como un alivio que se descarga mientras la sangre sube y baja. La felicidad la noto en la sonrisa inevitable que surge de mi cuerpo. Un hombre, claramente asiático, pero pasado por más años que un vino francés de gran conserva, habla con la sequedad de la mata de tabaco que ha pasado por sus pliegues vocales a lo largo de muchísimo tiempo. Me importa poco entre minorías que somos quebrantar las leyes de la distancia física. Le toco su hombro tras algún chiste que revela mi alivio. Las palabras las ignoro. Dejo que el cuerpo hable.

Restrinjo a veces mi permisividad a evidenciar por qué cuento todo esto con la famosa pregunta de "¿para qué les cuento esto?". Es el punto de todo esto, sin embargo. Y es el siguiente:

Para que yo haya encontrado esa llave hoy, hubo muchísimo movimiento energético. Significó vibrar la creencia de que llevar a un hombre a comparecencia como un acto voluntario no remunerado con un amplio uso de mi tiempo matutino, de gas y mi dinero en parqueo era una mera creencia de poner mis mejores intenciones en práctica. De decir "una puede hacer cosas sólo por la posibilidad de poder hacerlas" Y creer que eso es lo único que se necesita para estar vibrando en altas frecuencias. Es recordarse en cada momento las metas que tengo por cumplir al nada más tratar de hacer que su experiencia sea lo mejor posible mientras yo no pienso en lo que me cuesta, sino en lo que habilito. Y hacerlo sin pensar en nada más que en el bienestar del otro. Saber que quizás a las 10 ya me quería devolver a casa, estar en mi cama, compartir con el perro, hacer mis propias cosas. Y saber que a las 10 y 1 minuto quizás mi cuerpo seguía sentado en una silla diciendo "mándele las mejores vibras a este hombre, porque es lo único que necesita". Y salir a interpretarle a una mujer que podría tener que pagarme mucha plata, pero que no me debe un cinco y me regala las gracias que me repite como si fuera algo necesario ante todo lo que está pasando. Es saber que para algo hablo estas cosas que definimos como idiomas para expresarnos en múltiples lenguajes y que ponerlos al servicio es lo mínimo que puedo hacer para reciprocar el privilegio. Salir y saber que me encuentro en un meollo cuando inútilmente pierdo algo, pero, y esto es lo más bello para mí:

Mientras una se ha desbocado desinteresadamente por alguien, quizás, únicamente en probabilidades inmesurables, alguien más haya podido hacer lo mismo de maneras que jamás conoceremos. Pero hoy sí. Hoy pude salir y ser testigue abiertx de que, mientras yo buscaba el bienestar de alguien, ALGUIEN, una persona para mí siempre jamás desconocida en este mundo (sin cara, sin rostro, sin nombre - en anonimato completo), llevó a cabo una acción que puso un desorden (que a la vez es orden) en un nuevo ordenamiento. Y que con eso, aunque pudo haber movido las cosas fuera de eje para el peor resultado de esta historia posible (como una llave que nadie nunca reclamó finalmente terminando en un basurero o en el océano si mal dispuesta de ella), puso en curso un re-ordenamiento favorable para el bien de todes aquellxs que orbitábamos un espacio físico concreto en una serie dada de momentos. ¡Es bellísimo esto! Saber que es meramente el acto mental de mi cuerpo el que me lleva en la desesperación a probar posibilidades remotas, a salirme de mi camino usual para indagar nuevas puertas - literalmente - para concluir en la perspectiva concreta posible de que fue gracias a que alguien en su curso pudo re-ubicar algo, con la mejor intención para alguien cuya cara y rostro y nombre también desconocía, que mi vida y la de otres tiene desenlaces de re-ordenamiento cotidiano bastante sorprendentes. Mientras yo hacía equis, alguien más hizo equis, lo cual concluyó en un círculo de movimiento simultáneo no verbal ( y de cierta forma tácito) que inevitablemente nos demuestra la conectividad de las cosas - y la gente. Y eso es lo que más me sorprende: lo mucho que podemos hablar de la conectividad que hay entre nosotres y todo lo que nos sucede y lo difícil que es eso de comprobar de maneras puntuales y concretas, pero lo fácil y sencillo que fue hoy para mí, aunque extraordinario y extra-cotidiano, a la vez, ser testigue presencial, físicx y corpóreo de los movimientos en el universo.

Y lo mucho que usted puede creer en esto. Y muy probablemente - tal vez - no. Quizás nunca. Y saber que eso no para, ni para mí ni para usted, la realidad de que algo siga en funcionamiento.

¡Já!

Eso sería. Muchas gracias.

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