Se vienen los 35

Y mañana será un año.

Se vienen los 35 y mañana será un año de haber salido de Costa Rica un par de días antes de mi cumpleaños para celebrar la vida.

Me quejo un poco porque estos 35 no los celebraré como quería. Me imaginaba una fiesta enorme con comida riquísima y mucha gente linda que me llena el corazón. La mayoría está lejos. Muy lejos de aquí. Me quejo porque deberé tomar un vuelo a Denver a hacer el acto oficial de despedirse comunitariamente de alguien a quien cuidé en sus últimos días, en vez de estar entre pan de masa madre y chilitos picantes alrededor de un fuego que no encuentra, siquiera, una buena fogata en la cual soñarse. Me quejo porque llegaré a los 35 sin una idea clara de lo que se me viene por delante. Me quejo, una vez más, porque ni siquiera yo entiendo cuál es mi quejadera.

Si uso toda mi fuerza, buscaré llegar al mar, nuevamente, a almorzar por mi cuenta. Justo como lo hice hace un año. Ese día, jamás olvidaré, tuve la mejor compañía de un ángel que me guiara hacia dónde ir y con quien cenar, en su casa, una botella de vino que emanaba calor directo al corazón en su preciado momento. Me quejo montones cuando me hace falta tan poco para ser feliz muy adentro.

Ayer celebraba la llamada de una organización sin fines de lucro de Boston que me regresa el mensaje en donde les pido ayuda para llenar los primeros papeles hacia mi propia organización de la misma índole. Antier trataba de levantar una causa en Facebook para mi cumpleaños para recaudar fondos para lo que será todo el papeleo de inscripción de una organización sin fines de lucro en Massachusetts. Al final lo dejé, porque Facebook se lleva una parte de lo que levante y eso, algo tan estandarizado como eso, excede la raya de lo que me parecería ético hacer en mi camino hacia el sureste de África. Esta idea de irse, como si fuera un "retorno" a las tierras africanas, está tan distante de ser como lo suena..¡Es increíble!

Hoy voy para Boston con Jimena a hablar con un profesor de ella en University of Massachusetts. Parte de lo que rescato de este tiempo fuera es que la gente que más extraño fueron de alguna forma mis maestres. Como buenas maestras y maestros, no se dejan llamar como tal. Imposible. Pero su recuerdo en mi memoria excede la melancolía para encontrarse anclado a una apreciación por las lecciones más grandes de vida que jamás haya recibido. Y eso, en enorme parte, es lo que me ha dejado el teatro. Un título de un bachillerato en artes dramáticas escasamente puede comunicar lo mucho que he crecido en la manera de enfrentar y ver la vida. Entonces voy a yoga y trato de hacer el perro mirando abajo con mi mirada en el ombligo, como me enseñaban en primer, segundo y quizás tercer año. A tocar talón a piso como repetía Edgar. A hacer tantísimas cosas que únicamente me las ha dejado la belleza de este único camino que me ando que me lleva por piedras, trabajo con mis sueños, comida fermentada y música de hippies. Yo creo que sin Ayahuasca yo no sería la mitad de la persona que soy ahora. Y sin ella no comprendería que no soy nadie cuando a la vez soy mucho. Hay quienes me llaman para compartir sus ideas sobre mi locura. Yo lo único que espero es que esta idea de la luz que llevamos dentro no sea más un conocimiento atrapado en los confines de un libro, digital o físico, sino una conciencia que llevemos más personas dentro a la hora de manifestarnos en esta tierra. Por eso respiro. Tomo la noción de que quizás es hora de que madure. Y permita a los años pasar sin una relevancia por el ciclo de horas y días que se completan al momento justo en que mi madre pegó el último grito tras permitirme parir. Y confiar en que el Universo se encarga mejor de esos alineamientos de lo que puede hacer mi agenda de dos años plazo que se sienta como en espera en la mesa de noche de mi cuarto compartido. Los años pasan, aprendo, y con ellos se van y vienen las expectativas. Muchas metas. Nuevos sueños y la constancia de ser una persona eternamente cambiante. ¿Cómo no serlo?, me pregunto. Si cada día quien soy se reinventa gracias a que cada día el respiro me deja un aire nuevo por dentro. Nos equivocamos, constantemente. Es más lo que permanezco en el error de lo que vibro en el acierto. Por algo es que la palabra "error" ya no me significa lo que describe la Real Academia. Real....tan cierta como esos reyes a los cuales aún aclaman dentro de su afamado sentido de una gramática estática.

Soy persona, queer quizás, académica fuera de la academia. Soy guerrera, más que todo. Alguien a quien le gusta jugar en las artes a manera de hacer lo que llamen arte acción, un espectáculo o llanamente, teatro. Soy payasa que usa una nariz para acercarse al corazón de un niñes que no deberían estar plasmados de tristeza. Soy persona, al final de cuentas. Crítica extrema de los estudios anti-/des-/de-coloniales norte y sur americanos. Esforzada al máximo por recuperar el centro. El centro del estrecho americano que sangra a muerte viva mientras mueren protestantes en Nicaragua. Me llama lo queer, el teatro, la literatura inglesa, las artes...me llaman mis cuencos tanto como la idea de hacer un teatro que signifique. Me duele el inmigrante que se cayó antier de un techo en Estados Unidos tanto como la chiquita de 9 que no tiene dinero para ponerse una peluca decente. Soy persona, al final de cuentas. ¿Es esa la percepción correcta al adentrarse la bajada de mi curva hacia la mitad del centenario?

Una nueva forma de crisis, la de la aceptación. Es sentir el caos y verlo rondando para sentarse tranquila a tomar más que un par de respiros. Es ver la vida que te inhabilita metódicamente como únicamente Trump sabe hacerlo en estos territorios y saber que hay muchísimo más, aún, por lo cual seguir luchando desde las trincheras que nos quedan. Porque la voz encontrará su camino al igual que las artes. Porque los grupos de gente que han quedado al margen de la protección de la ley no vivirán en soledad para siempre y porque, aunque es difícil aceptar que haya muchísima mierda rondando en el mundo en este momento, nada me para de respirar, mirar adentro y sacar lo que mejor sirve de la manera estratégica que más conviene en el momento. Hasta cierto punto la vida sigue su rumbo. Por otro lado, la forjamos a cada segundo. 

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